28.5.13

Viaje al centro de una decisión

Hoy, mientras miraba perros en el parque y respiraba el verde y la lluvia reciente, he sentido cómo una elección que me ocupaba desde hace unos días se ha posado delante de mí y mi calma, ya como algo que cae por su propio peso.

Y entonces me he dado cuenta de cómo muchas veces ahogo las decisiones, las agarro del cuello y no las dejo respirar. Porque es tan grande el miedo a equivocarme y tengo tan bien aprendido que las decisiones se toman con la cabeza, que me pongo muy rígida, y pienso... y valoro... y echo humo o hago listas... Menos mal que este año estoy aprendiendo a usar la intuición.

Entonces descubro que cuando tengo una decisión que tomar lo primero que tengo que hacer es dejarla respirar y luego dejarla andar... Van pasando los días y yo voy buscando que cada opción pase por mí, a ver qué provoca... Y me dejo sentirlas en distintos momentos y días, porque hay ratos de depre en que todo se distorsiona y otros de euforia que consiguen algo parecido. Creo que el truco está en que después de probarme cada posibilidad, la que sigue adelante, la que me da alegría cuando la pienso... esa es. Aunque haya pena por lo que se deja y esto es fácil confundirlo con lo que se quiere. Pero muy probable que no sea lo mismo. Que sólo sea apego y miedo a abrirse a nuevas experiencias.

No digo que sea sencillo ni que lo tenga dominado, pero me gusta esta sensación de dejar respirar a cada parte de mí y confiar. Pensar con el corazón y con el cuerpo..., entonces me siento muy poderosa, empoderada que se dice ahora, como si me hubiera liberado de un señor con corbata que me imponía sus ideas sin dejarme ni hablar.

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