Estaba ayer en la cama con la radio muy bajita y entre los efluvios
del malestar que tenía, cuando de repente escucho: "... estamos trabajando duramente
en la lucha contra el e...", y mi mente en una décima de milisegundo, terminó
la frase antes que el entrevistado: "estamos trabajando duramente en la
lucha contra el ego". Casi me parecía haberlo escuchado de verdad, cuando
aterricé en la realidad de una frase que terminaba en "ébola".
Me parece una divertida jugada de la mente, y muy acertada. Probablemente
una lucha contra el ego a nivel mundial sería la solución global. A mí,
soñadora y propulsora de la Revolución Interior, me encanta imaginarlo. Aunque
por la propia naturaleza del ego, no sería bueno llamarlo lucha, aquél se
crecería. Todos sabemos que cuanto más se defiende alguien y saca su ego a
relucir, más necesita un abrazo, así que me parece que volvemos al punto de muchas de mis entradas. Para aplacar los egos hay que atacarlos con
amor. Aunque hay algunos muy muy subiditos, cuyas decisiones destrozan vidas a
diario de múltiples formas ante los que reconozco que esta reportera de interiores
flaquea y no sabe si sería posible aplacar, tal vez con muchas armas de
construcción masiva.
Me he dado cuenta al releer lo anterior de que parece que los egos sólo los tienen los demás, como casi todo lo que no nos gusta, siempre queremos creer que es cuestión de los demás. Me temo que no es así. Todos tenemos un eguito o un egazo... primero hay que admitirlo, como siempre, y luego desmontarlo con cariño.