Cada día estoy más convencida de lo importante que es ver a los demás
como son. Sin el filtro de cómo quiero que sean, cómo imaginé que serían o qué
necesito que me den. A simple vista resulta muy fácil, pero si profundizamos un
poco nos damos cuenta de lo difícil que puede llegar a ser.
Parecería obvio que lo que vemos es lo que hay, pero eso sería como decir
que somos objetivos cual cámara de fotos, y no subjetivos, como la amalgama de
experiencias, pensamientos y emociones que en realidad somos. Si no estamos muy
implicados con quien miramos somos algo más precisos, pero a medida que esa
persona está más pegada a nuestra piel, nuestro corazón o forma parte de
nuestra convivencia diaria, los filtros hacen más efecto y no conseguimos ver
la realidad.
Tenemos la cabeza repleta de ideales tan bien construidos que se puede
escuchar hasta la banda sonora. Son como películas que visualizamos en nuestra
pantalla mental casi siempre sin darnos cuenta y cuyas tramas son muy diversas.
Pueden ser cuentos de nuestra infancia con amores, familias y amistades
ideales, recuerdos de nuestros mayores tanto positivos como negativos… Si nos
gustaron intentaremos reproducirlos, si nos hicieron daño, lucharemos por no
acercarnos un milímetro a esa forma de ser. Tan esclavos nos vuelven unos como
otros. Y es que estamos hechos de un material que se impregna de todo y lo
graba a fuego. Lo bueno, lo malo y todo lo contrario. Así que llegados a este
punto la mayoría seguramente diríamos, ¿perdone, dónde está la salida? Pero os
propongo que indaguemos un poquito más.
Empecé hablando de los demás, pero lo más probable es que ya sepáis que los
filtros también son aplicables a uno mismo. Todo el entramado de ideales que he
descrito anteriormente funciona igual en la propia piel. A ver quién es capaz
de verse exactamente como es. Aunque en este caso parece más lógico, porque
carecemos incluso de perspectiva física. Pero salvando esta diferencia, todo
parte de lo mismo: nuestras ideas sobre cómo querríamos que fueran las personas
nos impide ver lo que son.
Por eso, y para empezar a desanudar esta madeja os voy a proponer que
investiguemos juntos. Hagamos el ejercicio de intentar percibir a los demás
haciendo el esfuerzo de dejar a un lado nuestros deseos. Fácil no es y la
objetividad total es imposible, pero el simple hecho de poner conciencia en
ello y estar atento creo que es un principio. Durante un día tengamos ese
piloto encendido, aunque solo funcione a ratos. Poner luz es el primer paso
para casi todo. Y como todo trabajo de campo requiere de su cuaderno de campo
donde plasmar la información recolectada, os animo encarecidamente a que dejéis
aquí vuestras notas para que nos enriquezcamos todos. No temáis extenderos, los
detalles son bienvenidos.
1 comentario:
En vista del éxito y aclamación suscitada por este post no que ha quedado más remedio que pensar un poquito en ello y bien, la verdad es que la propuesta era un poquito compleja, prometo no daros más deberes para casa :).
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